martes, 1 de abril de 2014

Poetas en el instituto: Wallison DS (3º de ESO)



A xente devórate ,
non ten compaixón ,
aplástate , destrózate,
máncate.
pensan que es algo,
algo inferior..
que eles nunca chegarán a ser,
pero equivócanse
a vida cambia,
para ben,
ou para mal,
e os que non senten
acabarán mal
porque sen sentimentos
non hai vida , e con eles
haina eterna.
Se te sentes soa mira
ó redor , e verás quen
de verdade te queren.


WALLY DS

lunes, 17 de marzo de 2014

¿Qué es poesía?





La poesía es una suma infinita a la que hay que restar el razonamiento lógico.
Poesía = extrañamiento del lenguaje + lucidez + sentimiento + musicalidad +sensibilidad + iluminación + antídoto contra la soledad + ...

domingo, 16 de marzo de 2014

Versos que inspiran un poema

Poema de Martín García Prieto (3º de ESO)
Teño a certeza 
de que toco algo que me ve.
E eu sen ollos cos que poder miralo.   
                                       Eva Veiga.


Teño a certeza
de que toco algo que me escoita
e eu sen oídos cos que escoitalo.

Teño a certeza 
de que toco algo que me fala
e eu sen lingua coa que falarlle.

Teño a certeza
de que chupo algo que me ve
e eu sen gusto co que saborealo.

Síntome illado de toda a humanidade,
non podo escoitala e falarlle,
nin mirala ou saboreala.

Estou dentro dun caparazón
falto de buracos.
E os meus sentidos 
están borrados. 

El pasado siempre vuelve. Otro inquietante relato de María Abella.





martes, 25 de febrero de 2014

Versos que inspiran un relato de fantasmas

Relato de Tamara Pérez (3º de ESO).
Teño a certeza 
de que toco algo que me ve.
E eu sen ollos cos que poder miralo.   
                                       Eva Veiga.




jueves, 20 de febrero de 2014

Imágenes sugerentes II


Relato de María Abella Otero (2º BAC):
     Eran casi las doce de la noche cuando dobló la esquina. Nadie se había cruzado en su camino desde hacía ya casi una hora. Sin embargo, al doblar la esquina se encontró frente a frente con un enorme cuervo. Un cuervo negro. Pero no era un cuervo negro normal. Este tenía unas plumas brillantes y limpias; y sus ojos se clavaban como dos agujas en ella. No pudo evitar detenerse para observar la majestuosa ave. Se encontraba posada sobre una farola, una vieja y oxidada. Por debajo de sus patas sobresalía algo de musgo, fruto de la humedad que asolaba aquella desprotegida zona. Pero el ave parecía no darse cuenta de nada. Ni del oxido, ni del musgo, ni de la llovizna que empezada a caer. Solo tenía ojos para ella. Se quedó un rato mirándolo, pero al ver que la lluvia parecía ir a más reanudó apresuradamente su paso.
     Sentía los pies fríos y húmedos, y se dio cuenta de que el agua comenzaba a penetrar sus botas y a empapar sus calcetines. Entonces se detuvo bajo un soportal. Quizá había metido su paraguas en el bolso, lo cual le sería muy útil para llegar a casa sin coger una pulmonía. Metió la mano e intentó a tientas descubrir algún resto de su paraguas. Sin embargo, no fue capaz de encontrarlo. En tanto, la lluvia continuaba cayendo incesantemente. Cada vez lo hacía con más fuerza, y comenzaba a estar aterida. Decidió quedarse allí hasta que el tiempo mejorase, y se ajustó la bufanda para proteger su cuello del mal tiempo.
     Entonces apareció. En una de las ramas más gruesas del árbol de la acera, un cuervo se posó lentamente. No es fácil distinguir un cuervo de otro, pero ella estabas segura de que no era la primera vez que veía a aquel. Lo había visto hacía ya un rato reposando en una farola. Se lo decían sus ojos. Sus ojos negros e incisivos. La lluvia y aquel animal la estaban empezando a poner nerviosa. Intentando que no se le cayera el contenido del bolso al suelo, se lo colgó al hombro y decidió continuar su camino.
Tan solo unos minutos después de caminar bajo la incesante lluvia, un tremendo estruendo le desgarró el oído. El cielo bramaba. Bramaba como pocas veces había visto hacerlo. Poco después una intensa luz penetró en sus ojos. La tormenta estaba cerca. Decidió que lo mejor sería correr hasta llegar, visto que el tiempo no parecía facilitar la travesía. Pero no era fácil hacerlo con aquel calzado, y no pudo evitar tropezar con un agujero. Cayó de bruces al suelo y se rasgó todo el pantalón. Tras recomponerse del susto, se incorporó lentamente e hizo ademán de recoger sus pertenencias, ahora esparcidas por toda la calle empedrada, mojándose incesantemente.
     Pero algo le hizo cambiar de opinión. Un cuervo aterrizó entre sus cosas. Momentáneamente se olvidó por completo del bolso y su contenido y echó a correr, tan rápido como sus maltratadas piernas le permitieron. La tormenta no amainaba. Los rayos se sucedían atropelladamente y la lluvia golpeaba los cristales de las viviendas. Ni una sola luz asomaba ya por las envejecidas farolas. El único ruido procedía de los gritos del cielo y de las ramas de los árboles, que comenzaban a notar los efectos de un incipiente viento.
     Siguió corriendo hasta doblar la esquina. No se había cruzado con nadie hacía ya casi una hora. Sin embargo, al doblar la esquina se encontró frente a frente con un enorme cuervo. Un cuervo negro. Pero no era un cuervo negro normal.